Y de pronto sintió un nudo en la garganta y sin embargo disfrutó. Ella le llamó aceptación a ese llanto sin consuelo y desde ahí transformó la rigidez del miedo, cruel y paralizador, en impulso motor. Fue en busca de su esencia una y mil veces y encontró que esta siempre mutaba de forma, espacios, tiempos, todo acorde a la emoción del momento en que estaba. Ella le llamó plenitud a esa risa a carcajadas y desde ahí la virtud de vivir libre o nada, creció como un alud, eligió ver la luz.
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